sábado, 17 de diciembre de 2011

Hasta el aire tenía olor a gente triste.

En un mundo en el que nadie busca ser perfecto y donde nadie tiene aspiraciones de grandeza, donde el pasado es intocable y mañana impredecible…
Salir a la calle en busca de un camino donde no haya piedras en el cielo, ni nubes en el suelo. Donde las personas que te rodean no te den la espalda y esos muros solo te sirvan para coger impulso, donde las lágrimas sepan a fresa y las mañanas a rosas.
Hoy salí a la calle y hasta el aire tenía olor a gente triste. Gente sin camino bajo sus pasos, la cual solo sigue al resto de la sociedad… personas sin rumbo y sin poder sobre sus vidas. Experiencias a corto plazo que se viven gracias a las personas que hacen el camino que tu decidas empezar a formar desde el día de hoy.
Yo escribí para no morirme y me terminé hundiendo en el abismo, un abismo de otra realidad con olor a menta. Esa menta que transmite a paz y al mismo tiempo miedo a sentir seguridad en mí misma, miedo a ver mis palabras lejanas y que mis actos me superen.
Hoy salí a la calle y hasta el aire tenía olor a gente triste. Gente que ni se mira a la cara, personas que no saben cuanto dolor hay en su alrededor porque todavía no saben que para entender a los demás no hace falta entenderse a uno mismo. Aprendí a caminar de puntillas por la vida y a observar el comportamiento de la gente que me rodea. Aprendí que nadie le escapa al tiempo y que nadie es feliz cuando siempre trata de gustarle a los demás.
Puede que sea pesimista, puede que sea impredecible, puede que sea observadora y puede que sea inteligente… Pero quiero decirles la verdad, me moriré algún día.

Kris. M.